NUESTRA INFLUENCIA
"Cierto hombre rico, ciudadano romano y estoico, llegó a interesarse mucho por las enseñanzas de Jesús. Después de muchas conversaciones cordiales, este rico ciudadano preguntó a Jesús qué haría él con la riqueza si la tuviera, y Jesús le contestó":
«Dedicaría la riqueza material a mejorar la vida material, al igual que utilizaría el conocimiento, la sabiduría y el servicio espiritual para enriquecer la vida intelectual, ennoblecer la vida social y hacer progresar la vida espiritual. Administraría la riqueza material como un depositario prudente y eficaz de los recursos de una generación, para el beneficio y el ennoblecimiento de las generaciones próximas y sucesivas».
"Pero el hombre rico no estaba satisfecho del todo con la respuesta de Jesús, y se atrevió a preguntar de nuevo: ¿Pero qué crees que debería hacer con su riqueza un hombre que estuviera en mi lugar? ¿Debería guardarla o repartirla?
Cuando Jesús se dio cuenta de que este hombre deseaba realmente conocer mejor la verdad sobre su lealtad a Dios y su deber hacia los hombres, amplió su respuesta diciéndole":
«Amigo mío, si quieres ser un administrador fiel y justo de tu riqueza ante Dios y al servicio de los hombres, debes administrarla de acuerdo con la interpretación sabia y honrada de las leyes de la justicia, de la equidad, de la honradez y de la verdadera eficacia. Pregúntate, y haz todo lo posible por encontrar la respuesta honrada, ¿de dónde procede esta riqueza? Para ayudarte a analizar los orígenes de la misma, te sugiero que recuerdes lo siguiente»:
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«Mientras que los hombres escojan concertar los negocios mediante el comercio y el trueque, tienen derecho a un beneficio justo y legítimo. Todo comerciante merece una remuneración por sus servicios; el negociante tiene derecho a su salario. La equidad comercial y el trato honrado que se otorga a los semejantes en los negocios organizados, crean muchos tipos diferentes de riquezas debidas a los beneficios, y todas estas fuentes de riqueza deben ser juzgadas según los principios más elevados de la justicia, la honradez y la equidad».
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«Ningún hombre que conoce a Dios y trata de hacer la voluntad divina puede rebajarse hasta comprometerse con las opresiones de la riqueza. Ningún hombre noble se esforzará por acumular riquezas y amasar un poder financiero mediante la esclavización o la injusticia de sus hermanos. Cuando proceden del sudor de los hombres oprimidos, las riquezas son una maldición moral y una infamia espiritual. Toda riqueza de este tipo debería ser restituida a quienes han sido así desposeídos, o a sus hijos y a los hijos de sus hijos. No se puede construir una civilización duradera sobre la práctica de engañar al trabajador en su salario».
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«La riqueza honrada tiene derecho a unos intereses. Mientras que los hombres pidan prestado y concedan préstamos, pueden percibir un interés equitativo siempre que el capital prestado proceda de una riqueza legítima. Purifica primero tu capital antes de reclamar los intereses. No te vuelvas tan despreciable y avaricioso como para rebajarte a practicar la usura. No te permitas nunca ser tan egoísta como para emplear el poder del dinero para obtener una ventaja injusta sobre tus semejantes que luchan. No cedas a la tentación de ser usurero con tu hermano que tiene apuros financieros».
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«Debes reconocer al hombre como hermano tuyo, y si deseas honradamente hacer por él lo que quisieras que hiciera por ti, los dictados elementales de la justicia, de la honradez y de la equidad te guiarán para arreglar de manera justa e imparcial todos los problemas recurrentes de las remuneraciones económicas y de la justicia social».
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«Ningún hombre debería reclamar para sí una riqueza que otros han depositado entre sus manos, excepto los honorarios justos y legítimos obtenidos por administrarla. La administración de los bienes que una persona realiza en beneficio de otras es una responsabilidad solemne y sagrada. No arriesgues ni pongas en peligro ese depósito. Toma únicamente para ti, de cualquier depósito, la fracción que aprobarían todos los hombres honrados».
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«Si una porción determinada de tu riqueza ha sido obtenida por medio del fraude, si una fracción de tus bienes ha sido acumulada mediante métodos no equitativos o si tus riquezas son el producto de negocios tratados injustamente con tus semejantes, apresúrate a restituir todas esas ganancias mal adquiridas a sus legítimos dueños. Efectúa todas las compensaciones necesarias y depura así tu fortuna de todos sus elementos indignos».
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«Aquella parte de tu riqueza que representa los ingresos de tus propios esfuerzos físicos y mentales —si has trabajado con honradez y equidad— es verdaderamente tuya. Nadie puede negarte el derecho a tener y a utilizar esa como lo estimes conveniente, siempre que el ejercicio de ese derecho no perjudique a tus semejantes».
Cuando Jesús hubo terminado de darle estos consejos, el rico romano se levantó de su diván y, al desearle las buenas noches, le hizo esta promesa: «Mi buen amigo, percibo que eres un hombre de gran sabiduría y bondad; mañana mismo empezaré a administrar todos mis bienes de acuerdo con tus consejos».
Fragmento de texto tomado y adaptado del Libro de Urantia Documento 132 sección 5